Entre grandes páginas y nocturnos encuentros, se
desdibujaron tiempos y ensoñaciones; vástagos de aprendices retoñaban con el
caer de los días, en abril los cielos son de Aries, los de agosto dicen que son
del diablo, cultura popular y fetiches de algunos ancianos; la mezcla de
cortinas amarillentas y cabelleras despelucadas que asoman sus desteñidos
corazones por las ventanas, hacen especular al vaho de sus hogares y se evapora
con el aplauso de sus días; ya son 15 lunas de encierro y la gente ansiosa
llora porque no puede ir a vitriniar al centro comercial y si les alcanza el
bolsillo, tal vez babosear un helado. Absurdos pensamientos abundan en los
barrios, entre paredes cargadas y mentes desocupadas, tanto miedo a la soledad
ha hecho que se aburran consigo mismos, temiéndole al silencio y a una que otra
pintura de mi autoría, y también a Fénix, todo porque es un gato que decidió
nacer de negro; quieren atragantarsen con la ostia de la misa y así ser salvos
de su soledad, quieren regalar su sueldo al pastor del tiempo y así comprar el
perdón de su avaro sacerdote; pareciese que a estas ovejas les encanta el calor
y el sudor de las masas, el ruido enceguecedor de los carros y el llanto de los
niños sedientos por una selva libre de narcotráfico; se asolapan, se incomodan,
se fastidian, tanto como del oficio del pintor o del lector de la vida, que
describe versos al caer el día.
Es evidente que estoy hablando de un pueblo y de un barrio,
trato de negarme a mi particular estilo de la metáfora y del símbolo en mis
narraciones; trato de hacerme deducir para que luego no exista el pretexto de
la famosa educación y que pobrecitos, no saben leer y por ende, escribir y
entender y reír; pero sí saben perrear y consumir las lascivas tardes y noches
de sus canciones, sí saben consumir las oraciones prescritas de sus frentes,
manchadas algunas veces por la salvación de un carbón tan duro como lo son, sus
civilizaciones. La humanidad que olfatea estas imponentes montañas en
Santander, pretenden ensuciar con sus murmullos y salivazos la tierra que
protege la verdad del hombre, aquél hombre que es desterrado por escribir
pétalos con la luz del día, aquél hombre que se encierra en su cuerpo dispuesto
a sentir la magia de la brisa, el calor del agua y la belleza en la llama de la
vida, escogiendo a la noche como su guía.
Un helicóptero pastorea la ciudad, ya que las ovejas deben
estar bien guardadas y guiadas hacia la verdad, hacia su verdad; pero desde el
fondo de la cuadra se interrumpe el Vallenato de la esquina y el alarido de una
trémula voz, irrumpe en una nueva técnica de pedir monedas; 5 y cuarenta y 5, aquél
griterío hizo que los perros empezarán a ladrar, las vecinas asomaban sus
cabelleras despeinadas y nuevamente con el tinte descolorido ocultaron el vaho
de sus canas y el amarillo de sus ganas no se hizo esperar -un loco entró al barrio-
dijeron algunas espantosas señoras, sólo gritaba monedas, vociferaba asustado
en nombre de toda su familia; pide medicamentos, algo para masticar, pregona que el gobierno no lo quiere apoyar; este
nuevo método consiste en gritar por la mitad de la carretera ya que es más
fácil que ir puerta a puerta tocando las
rejas y así, evitar algún contagio; algún virus extraño, hijo del humano. Algunos
niños salen y le tiran panes, -otros prefieren reír de hambre- dice el cómico
del frente; las nubes han ocultado al sol desde temprano y nuevamente la noche,
espera el famoso aplauso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario