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viernes, 17 de abril de 2020

Sombras de noche sin palabras


El perdón se inventó en aquella noche y de repente las vidrieras de las catedrales se oscurecieron; mis ojos se cansaron de tanta luz de la mañana y la verdad no oía lo que me hablaban, empecé a caminar cada vez más lento, mi cuerpo y mis letras se dirigían hacia el abismo del pasado y junto a las canciones de septiembre, el nocturno visitó mi frente. ¿Qué puede hacer un mortal que no aprendió a volar? ¿De qué forma se derriten los tiempos mientras las manos se dilatan con el viento? ¿De dónde provienen aquellos sonidos que se confunden con el aroma de la sábila y que su amarga y amarillenta imagen duerme delicadamente en mi paladar?
La ventana está abierta y así el viento ventila mi cabeza, fui condenado en febrero junto a doce escritos de mi autoría; éstos símbolos sólo estaban allí para que un aprendiz se confundiera más con el oficio del taller y mientras el ave vuela por la jaula, un amanecer se destruye en mi cadera. El mar es azul, dicen los hombres; pero los que estuvimos en el fondo sabemos que sus aguas y su espuma, son brillantes como el verde esmeralda de tus entrañas, aunque ellas sueñen con el vuelo de las jaulas, aunque ellas canten cuando el alma se le escapa; quiero asomar mi fuego junto al alba y derretir el silencio que duerme con mis alas, dilatar la somera calma para mitigar preguntas con las tildes al revés. Es el saber algo incierto y lo que dice mi dolor es que debo esperar a que llegue aquella confusa mirada que palpita junto a las cavernas del ocaso, la que esconderá el sol en su garganta, la que vomitará la tierra mientras todos estemos en casa.
El rayo ha caído y en su descenso un color ha soñado el sueño mítico de todo soñador, rojos amaneceres insisten en ser descritos por los labios, cuando doblan las hojas blancas de sus ideas; pero aquel coro de relámpagos besa la noche con su delicada canción y una vez más mis ojos, ya cansados, permiten que yo sueñe con la locura vestida de azul razón. El humo asfixia la avenida y la gritería besa los oídos de las paredes, es de noche y todo soñador despierta sin su inocente respiro; desde el horno se escucha lo que el fuego acaricia y el ladrido de los perros hace que el color escupa sílabas incomprensibles por tu lengua.

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