La melodía de lo extraño visitó mi sombra y de su mirada un
incoloro sonido recorrió mi sueño, una perdida razón murmulló sobre asteroides
y volcanes; brilla, es la nocturna realidad, es lo que nos queda y de lo que no
podemos versar; cielo azul y sudorosas versiones de un Andrés vestido de
Alfonso, de un hombre hambriento de canciones que destiñen el viento con
petulantes momentos y tranquilos desencuentros. He visto el cuerpo de un camuro
patas arriba, mientras la sangre abandonaba su cuerpo; tirado en el andén de la
plaza de mercado resiste mi olfato y la puta de la esquina, se acomoda los
zapatos. El hombre de bata blanca ahora está de rojo y en sus ojos un océano de
palabras vomitaba oraciones del porvenir, canciones que nunca vi venir.
Llora con tu brillo y no olvides despedir los gemidos de tu
razonable enigma y espero que después no estés dando vueltas como aquel perro
blanco, antes de echarse sobre la mierda a la que llamas alfombra; el reposo se
interrumpe y un suspiro se despide de la habitación.
Es decadente mirar hacia atrás y es terrorífico soñar con
hadas en tiempos de hambruna y molestia estomacal; prefiero las máscaras
transparentes a los disfraces de abril, prefiero caminar que andar en un carro
vestido de gris y desde la punta de la montaña un beso se despide del aire y de
la tierra, del color y del matiz; sólo intento no molestarte en tiempos de
enfermedad y quisiera caminar nuevamente por el camino verde de piedras que se
resistían para que no las alzara, con mi pequeña fuerza. Huelo a feo y el pelo
de mi barba escurre algo de sudor, sigo rezongando y sigo encadenado; esta vez
quiero morder los pasos de algún animal civilizado.
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