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martes, 7 de abril de 2020

Otro Sin Título


Y los trémulos e insensatos acordes sonaron sobre las aguas, y ella; abrió su ojo declinando un dulce andar por mi cuerpo, palpitaron los rasgos de la montaña, para que el fuego hablará al compás exacto del viento.
Mi lápiz estuvo presente para desdibujar la brisa que se  bañaba en la arena, mi pincel escuchó el himno Azul de un Ocre enamorado y juntos mancharon esa tela que tanto atormentaba la espera, la distancia, el grito de las aves; el susurro de mis alas, de mi piel, de mis mantos, de mis pasos, de mi cuerpo enrarecido cuando no comprende las dimensiones claras del espacio.
En la mañana siguiente el vuelo fue decretando las palabras absurdas e incomprensibles de  mis versos, desmanteladas por el tiempo de los humanos e interpretadas por el océano gris de la memoria caudal de la desdicha; muy pronto encontré otra manera de caminar, supe que en la locura ningún hombre podía husmear mis lienzos frágiles como la lluvia, que en ella; el fuego era el traductor del agua y para romper el hielo de mi cuento me elevé hasta lo más profundo de los abismos, allá dónde el miedo mortal asecha a cualquier pájaro sin alas, a cualquier becerro de la llanura amada por los pastores y sus rebaños. El tiempo habló y yo lo escuché; él contó plácidamente los nocturnos del Sol e interpretó los designios tenues del Azar, divagando así por las memorias escondidas de la mentira y anunció la verdad amarilla sobre la orilla de mi Océano, de mi prosa, de la sílaba, de la consonante y de la vida. Proteo es el juego saturado de la magia y Hefesto llama a forjar diariamente el nombre de mis alas, el bronce se endurece en mis labios y mi fuego derretirá el vaho de tu cara.  

Tomado de “Fragmentos rocosos que se invierten en la cálida añoranza temprana de un 804, sustentando y subrayando al 1408.” 2017

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