Son colores los errores del universo,
en eso se basa la vida; en el error, o, dicho de otro modo, en la perfección
incoherente del error; así discurre un pensamiento, así se entreteje el
conocimiento, así vuelan los amaneceres y así duerme la eterna incertidumbre
del no saberlo, o tal vez, del sí sabido. El pigmento se enlaza y se ensalza,
la verdad duerme en la mentira somera, el anciano vive en la alcoba y la madeja
de hilo se calcina en la hoguera.
Durante un invierno imaginario “sabemos
ya, que la lluvia también es una ficción premeditada” transitaba el fuego por
los aires y desde allí un incomprensible hombre derramaba sus tildes por las
aguas de lo eterno, por los ríos del recuerdo y en sus mares, un espectro
volaba en las tardes; a su vez, aquel hombre remaba caprichosamente por la
arena, no sin antes entonar sus himnos preliminares y en su espalda, una capa
Azul rompía el viento de la tierra entera; llevaba un pequeño cuaderno atado a
su pecho y un gorro Rojo que parecía haberlo sacado del Verde tiempo de los
Soles, cuando ellos orbitan cerca de su planeta Gris, Negro, Amarillo o sin
colores; en él, en su cuaderno, componía poemas y líneas arduas con total
paciencia, desmarañaba con avidez profética todas las constelaciones que podían
observar su transcurso molecular durante el día; también, imanaba perversas
saturaciones que se desprendían del caótico sueño de las aves, rompía los hilos
del recuerdo y reía firmemente cuando un sagaz aullido corría al caer la vida.
Ha estacionado por vez primera en otoño o en primavera; contempló el sexto
árbol que comprendía en la nación entera, toda la vista amorosa que nace en las
noches únicas y precisas de los veinte y siete de cada hora y en los nueve de
su memoria; pudo por fin soñar con el orbe sin misericordia, sin disculpa y sin
caprichos, los cuales bañan el cuerpo de los no adeptos, al mismo tiempo, en un
suave amanecer de invierno, logró reanudar su oficio, el de delinear cada
susurro espectral, cuando el Aire preña a la Tierra en los madrigales de su
infancia o de su calmada realidad, y en esto se basó su historia; su paso por
las sombras fue simplemente un rumor de la gloria y en sus noches reposan los
conjuros a cada hora.
Tomado de: “Sobre el Boceto y Otros Tantos Cantos de lo Real” 2016.
Andrés Alfonso
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