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martes, 7 de abril de 2020

Para que lo sepas


Son colores los errores del universo, en eso se basa la vida; en el error, o, dicho de otro modo, en la perfección incoherente del error; así discurre un pensamiento, así se entreteje el conocimiento, así vuelan los amaneceres y así duerme la eterna incertidumbre del no saberlo, o tal vez, del sí sabido. El pigmento se enlaza y se ensalza, la verdad duerme en la mentira somera, el anciano vive en la alcoba y la madeja de hilo se calcina en la hoguera.
Durante un invierno imaginario “sabemos ya, que la lluvia también es una ficción premeditada” transitaba el fuego por los aires y desde allí un incomprensible hombre derramaba sus tildes por las aguas de lo eterno, por los ríos del recuerdo y en sus mares, un espectro volaba en las tardes; a su vez, aquel hombre remaba caprichosamente por la arena, no sin antes entonar sus himnos preliminares y en su espalda, una capa Azul rompía el viento de la tierra entera; llevaba un pequeño cuaderno atado a su pecho y un gorro Rojo que parecía haberlo sacado del Verde tiempo de los Soles, cuando ellos orbitan cerca de su planeta Gris, Negro, Amarillo o sin colores; en él, en su cuaderno, componía poemas y líneas arduas con total paciencia, desmarañaba con avidez profética todas las constelaciones que podían observar su transcurso molecular durante el día; también, imanaba perversas saturaciones que se desprendían del caótico sueño de las aves, rompía los hilos del recuerdo y reía firmemente cuando un sagaz aullido corría al caer la vida. Ha estacionado por vez primera en otoño o en primavera; contempló el sexto árbol que comprendía en la nación entera, toda la vista amorosa que nace en las noches únicas y precisas de los veinte y siete de cada hora y en los nueve de su memoria; pudo por fin soñar con el orbe sin misericordia, sin disculpa y sin caprichos, los cuales bañan el cuerpo de los no adeptos, al mismo tiempo, en un suave amanecer de invierno, logró reanudar su oficio, el de delinear cada susurro espectral, cuando el Aire preña a la Tierra en los madrigales de su infancia o de su calmada realidad, y en esto se basó su historia; su paso por las sombras fue simplemente un rumor de la gloria y en sus noches reposan los conjuros a cada hora.

Tomado de: “Sobre el Boceto y Otros Tantos Cantos de lo Real” 2016.
Andrés Alfonso


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