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martes, 7 de abril de 2020

DE LOS HECHOS Y OTROS DESIGNIOS MÁS DE SU NATURALEZA FRECUENTADA POR LA SABIA MAÑANA DE LOS AÑOS.


La amplificación de los hechos fue determinada cuando el siniestro mensaje mantuvo tranquilo a los sabios, el paso de los siglos se entretuvo linealmente en las orillas del náufrago. Unas partituras sencillas arroparon la mirada del incierto visitante, unas palabras salieron de su cuerpo y la ojeada desesperada de los aldeanos penetraba con la franca distancia de los tiempos; es preciso determinar qué cada grano de arena es elaborado con el más riguroso ensueño del barquero y que el viento arroja mantos sobre las mareas sin misterio alguno, para bautizar las frases descritas en su aliento.
Junto a la Aurora; los cielos se enmarañaban visitando la piel del frenético cuerpo y su león desembocaba en la temprana sonrisa de los niños, una vez observado, empezaron a escudriñar en su intento cortes, ignorando su elemental apariencia y su fugaz silencio creador. El pretendido apogeo se manifestó cuando uno de los grandes civilizados intentó olfatear su sencillo aliento, y el resto; motivados por la sabiduría contemporánea, chasqueaban las lágrimas de aquel humano, que simplemente manejaba su remo en dirección humanamente terrenal, pero su presencia causó más de una noche y mil tragedias, en la comedia descrita por Céfiro y su viejo libro de los años cuando entretejía las arcanas visitas sobre el viento y sus lagunas escolares.
En la más polvorienta soledad, abrumado por el asfalto y carcomido por los callos, cuando pensaba en el aire y en sus desaparecidas alas de papel; por fin, el azar ha permitido que el dibujo acompañe sus manos, que delinee el encierro sometido y que un pigmento Azul desdibuje los salivazos esculpidos por los aldeanos, cuando en las tardes de abril atormentaban los días de febrero y rezaban parábolas sacadas de sus fabulas marchitas, separando el cuerpo de su incognoscible fuego, para de éste modo incurrir con el más doloroso destierro de la verdad. El león dormía y no despertaba de su orilla, las golondrinas esperaban ser representadas e interpretadas sobre el agua y una abeja llegó hasta su hoguera, “ya preparada en la fiesta” elevó un pincel hasta que los Astros pronunciaron su nombre, su Ocre, su lienzo… el barquero al que apodaban y llamaban loco; cantó las sílabas de la noche y entre mareas y exilios pronunció los cuatro vientos y sus números planetarios, cuando sus alas emplumaban los átomos de la lluvia y eternamente el circulo alumbraba su despliegue otoñal, el centelleante abismo abrió sus ojos para hundir al crepúsculo sobre el amanecer; mientras el brebaje ahogaba sus gargantas y con sus blasfemias se arrodillaban en la miseria del rencor, del perdón, del sangriento amor; el hombre de la barca desaparecía en el ayer y su león despertó al revés, voló hasta florecer, cantando los colores con el que fue escrito éste poema, rojos, verdes, todos los azules y todos los carbones valoraron las garras del acorde, celebraron el renacer tardío pero exacto de la noche y alumbraron el camino de la mar, en la que se sumerge aquel qué es prevenido de la apestosa muchedumbre, el qué con su barba y cabeza calva exclama la inocencia del niño pintor, dibujante y escultor que ronca en la playa, para que sus caracolas suenen con los cuerpos, para que su estrella viaje hacia el misterio y brinque sobre el remolino cuando pretende ser esparcido sobre la piel de mis sueños, de mis mencionadas canciones. Y el anterior silencio cautivó a la pirámide con su esfinge; ellas, lo han acogido, le han enseñado el número infinito del desierto, le han adoctrinado saberes que se confunden con las luces del nocturno conocimiento cuando bailan en la arena y vuelan para enredarse en las caricias de sus alas, ya transmutándose en luz, ya formándose Azul, tal vez Ocre, tal vez Sol y Luna también, viento a la vez y agua a su vez. 

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