Desde argumentos
latentes y desde una interpretación coherente sobre la capacidad visionaria del
hombre, animada por las refutaciones escolares de una calle disfrazada en los
paradigmas de las artes; apoyado tal vez, en los campos del romanticismo y con
un corazón pueril que tan sólo busca indagar en las preguntas absurdamente
sinceras, cuando muy crudamente intentan desplazarse en la sonrisa amarga de
una Bucaramanga que grita ser aceptada en el orbe contemporáneo de las
expresiones artísticas.
He intentado
hacer un vago recorrido desde la actualidad de los hechos comunes, que se
entrelazan con la armonía elemental de los años. Es así que puedo declarar; qué
en un principio, el hombre necesitó comunicar aquello que le acogía desde su
visión humana y que de cierta manera atormentaba su capacidad de ser, es decir;
de descubrir, indagar, expresar o manifestar cada susurro que el mundo
pretendía e intentaba enseñarle. Para ello se apoyó en respuestas básicas como lo
son la existencia de los dioses; atribuyéndole beneficios o maleficios a ellos mismos,
pudo comprender que, en los astros miles de respuestas estaban esperando para
ser descubiertas y que no muy extrañamente cada ser que habitaba éste planeta
era parte del todo siendo el todo mismo. Poco a poco “muy seguramente” logró
delinear cada escombro de su pensamiento, abstractamente lineal en los mundos
de la forma, el volumen y el color; cosa que hoy en día conocemos como el
dibujo o en algunos otros rincones del planeta como las letras, el aliento y,
por ende, la pintura. Por medio de éste lenguaje, el hombre intentó lograr un
acercamiento directo con aquello que le aquejaba o le ensalzaba; logra enunciar
sus pensamientos en un mundo aún impreciso que se desenredaba en su pequeña
visión como ser, pero más que nada, pudo realizar aquellos trazos que lo conectaban
directamente con las preguntas y respuestas que dormían en cada anuncio del
alba, en cada resurgir del alma o en el crepúsculo encadenado que reposaba sobre
la caída de los años y desde allí, contempla el pigmento enrojecido en sus
labios.
Como es notable,
nada de ésta relación directa entre el hombre y el todo, llega a ser comunicable
en las salas que se alaban a sí mismas ni en los artistas que hacen parte de un
mundo contemporáneamente insolente, absurdo e incoherente; dicho esto, es
deprimente contemplar, cómo el artista “desplazando al ser, al hombre” busca la
fama, la aceptación, la mediocridad, el facilismo, el afán y por su puesto el
consumismo; siendo capacitado e ilustrado para ser denominado muy
orgullosamente el personaje principal de una comedia patéticamente real, que se
manifiesta en la interpretación temprana de una ciudad joven, cuando intenta
gritar entre ladrillos y nubarrones, entre bocetos e ilusiones, instituciones y
pretenciosos cocteles que dormitan en el paladar ciego del espectador, del
público que no entiende para qué o porqué una mancha de cualquier color puede
ayudar a calmar la agonía o saciar la ansiedad de un mundo modernamente real e
inusual. Los petulantes de la comedia, caminan por los parques inundando sus pechos
al son de unos ritmos sin color o, mejor dicho, sin conocimiento de su Sol;
desean firmar autógrafos y besar el mundo que muy sensatamente brilla a sus
pies, tener mujeres al revés y de éste modo, creen que ellos son los
comunicadores de lo que no se ve.
El problema de lo
estético es algo serio; muy serio… y vemos cómo en todos los rincones de
Bucaramanga la estética es llevada de la mano por unos trazos que apestan a cadmio
oxidado en cuerpos mal logrados; sus figuras matachinadas latentemente
destruyen la belleza que habita en sus aceras, vemos cómo sus espacios son
invadidos por los vendedores de la verdad, de lo real, de lo inerte y la
igualdad; así mismo, son curadores del intachable y fastidioso mal llamado arte
conceptual, que lo único que pretenden y logran contener es el desahogo
estúpido de su banal mediocridad, embriagar su conocimiento y ensuciar o distorsionar
el ojo creador que se puede desarrollar en cualquier habitante de ésta ciudad;
denigrando así, algún otro manifiesto pictórico-elemental que decide discurrir
en la temprana mirada de un nuevo renacer, amanecer o un simple intento de embellecer
el suave aroma de su niñez.
2016
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